23 de septiembre: Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de personas

Equipo del centro de Atención Integral a Mujeres

y Unidad Móvil «Concepción Arenal»

Tal día como hoy, queremos visibilizar una de las realidades que nos encontramos día a día en nuestro quehacer profesional en el Centro de Atención a mujeres “Concepción Arenal”. A lo largo de estos 12 años, hemos podido acompañar procesos de recuperación y búsqueda de alternativas de mujeres que están siendo explotadas por un sistema patriarcal que, en la mayoría de las ocasiones, mira para otro lado, e invisibiliza una realidad, cruda e inaceptable, que se produce en sociedades del siglo XXI que se autoproclaman democráticas e igualitarias.

Este sistema está compuesto tanto por un elevado número de hombres consumidores que siguen pensando que tienen poder y dominio sobre los cuerpos cosificados de las mujeres como por una sociedad civil que mira para otro lado y minimiza esta realidad tan sangrante.

Según recoge la ONU, España lidera el consumo de sexo pagado en Europa, situándose como el tercer país a nivel mundial

Queremos acordarnos de esas mujeres que, a pesar de todos sus esfuerzos por buscar alternativas, no las han encontrado; mujeres unidas por ciertos factores psicosociales que han condicionado, sin lugar a duda, sus vidas, factores que han aumentan el riesgo de acabar en redes de trata, siendo explotadas [Ver recuadro más abajo: «Factores y secuelas psicosociales«].

Nos referimos, especialmente, a las mujeres mayores de 60 años que fueron explotadas en su juventud y que, a pesar de todos sus esfuerzos y lucha por salir de ello, no lo han logrado y tienen que permanecer en contextos de prostitución, mal llamada “ prostitución consentida”, ya que la mayoría de ellas nos ha transmitido que, si hubieran contado realmente con otras alternativas para su subsistencia y la de sus familias, no hubieran continuado en esta situación que rechazan y que las ha hecho tanto daño físico y emocional.

Normalizar la explotación para subsistir

A pesar de la opinión que mantienen algunas personas, consideramos que nadie quiere ver mermada su salud física y emocional por su trabajo, por mucho dinero que pueda obtener, otro mito que consideramos erróneo, ya que, si así fuera, no se encontrarían llegando a la edad de jubilación solo con una pensión no contributiva, en el mejor de los casos, cantidad que es insuficiente para poder hacer frente a sus necesidades básicas, por lo que se ven obligadas a tener que seguir siendo prostituidas para poder complementar sus ingresos.

Como profesionales que acompañamos sus procesos, llegamos a un punto de inflexión donde ya no se nos ocurren otras posibles alternativas y solo nos queda acompañarlas a nivel de contención emocional para poder reducir su daño y angustia.

Es muy frustrante, como profesionales y como personas, ver cómo finalmente las mujeres tienen que normalizar esta situación como vía de subsistencia y como forma de minimizar el impacto psicológico por permanecer en ella.

Nos parece completamente inaceptable que el sistema permita esta doble, incluso triple victimización, y no plantee otras opciones que reparen el daño sufrido a lo largo de sus vidas y las permita, al menos, poder vivir seguras y no expuestas a múltiples violencias durante los años que les queden por vivir.

Llegadas a este punto, debemos lanzar una pregunta:

¿Es aceptable y justo en nuestra sociedad que las mujeres mayores continúen perpetuamente en contexto de prostitución?

Factores y secuelas psicosociales que afectan a las mujeres víctimas de explotación sexual y trata

Al hablar de estos factores, nos referimos a que muchas mujeres, en ocasiones, provienen de familias desestructuras con altos índices de pobreza y precariedad, producto de una sociedad que no se preocupa de las familias más vulnerables. Esto genera un efecto de retroalimentación negativa, es decir, se las expone a la vulnerabilidad desde la infancia y después quedan ajenas a un mercado laboral en el que se privilegia la formación, redes sociales y la educación formal, aspectos que no han podido disfrutar en su infancia e inicio de edad adulta. Otras han vivenciado el abuso sexual, maltrato y negligencia de sus padres, infancia y vidas traumatizadas. Estas marcas son difíciles de borrar porque el sistema las excluye.

Secuelas psicológicas

A todo esto, se suma la estigmatización por su vivencia en la prostitución y en la trata, que las arrastra a los espacios más precarios y carenciados, es el “círculo vicioso de la pobreza”. Esta explotación conlleva, en la mayoría de las ocasiones, secuelas psicológicas tales como:

  • Estrés postraumático tras los diversos incidentes vividos: situaciones de peligro donde quedan expuestas a perder la vida a manos de sus captores o de sus cafiches [proxenetas o puteros];
  • estados de ánimo ansioso-depresivos, que se producen por la dificultad de encajar los eventos traumáticos vivenciados. Estos eventos generan un cuadro de inestabilidad emocional que, en muchos casos, impide la adecuada asunción de las responsabilidades que la sociedad impone para afrontar las dificultades de la vida cotidiana y laboral;
  • consumo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes, producto de la necesidad de adormecer las capacidades vitales para hacer frente a las demandas de los clientes.
  • una estigmatización que las paraliza en la búsqueda de alternativas, puesto que perciben un fuerte rechazo por parte de la sociedad, una sociedad que juega con la ambivalencia utilización-rechazo, una situación que genera en ellas sentimientos negativos de vergüenza e inadecuación.
  • la carga de la hiper responsabilidad de las remesas, el sentimiento y la obligación que tienen de seguir manteniendo a sus familias más allá de sus propias fuerzas y capacidades, generando, en ocasiones, enfermedades por la exposición al frío, las agresiones, las ETS (enfermedades de transmisión sexual), los embarazos no deseados, etc.;
  • intentos autolíticos, intentos de suicidio desencadenadas por querer alcanzar una vida normalizada pero sin los recursos necesarios para alcanzarla.

Con toda esta mochila que cargan a sus espaldas, las mujeres no han encontrado, ni encuentran, apoyo real en un sistema de bienestar social que no es suficiente para garantizar una existencia digna en la recta final de sus vidas.