Hoy, 20 de junio, en el Día Internacional contra la Violencia Sexual en el conflicto y el Día Mundial de las Personas Refugiadas, queremos compartir nuestra reflexión, con perspectiva de género, sobre el impacto de la guerra sobre la vida de las mujeres.
Lamentablemente, no hace falta que nos vayamos a épocas lejanas, porque el caso de Ucrania ha reavivado discursos que parecían obsoletos y que mencionaban la guerra como el mejor ejemplo de que la lectura con perspectiva de género estaba errada. Aparentemente, en la guerra sólo sufren los hombres. Es más, en el caso de Ucrania, fueron mujeres y menores quienes obtenían el permiso para salir del país y no acudir a la llamada a filas, lo cual sirvió para reforzar este discurso limitado.
Esta lectura, doblemente errónea, corre el riesgo de ser esa mentira que mil veces dicha se convierte en realidad; por esta razón, nos parece pertinente, e incluso necesaria, la reflexión que, a continuación, desarrollamos.
Mujeres, víctimas invisibilizadas en los conflictos bélicos
En primer lugar, se debe señalar que el propio argumentario que permite la salida del país a las mujeres civiles (indistintamente de su situación personal en otros ámbitos), es también un argumentario sexista, puesto que está basado en roles y estereotipos de género. Una mirada desde la cual se fomenta que las mujeres se responsabilicen de los cuidados de las personas que por su edad no pueden valerse por sí mismas (menores y personas mayores). No es, por tanto, fruto de ninguna perspectiva de género.
De esta manera, igual que se dificulta o imposibilita a las mujeres la participación en el conflicto bélico, manteniéndolo como espacio masculinizado prácticamente en su totalidad, se obliga a combatir a la otra mitad de la población adulta, sin valorar realmente cuál es su situación. Es decir, sin reflexionar sobre los factores que pueden generar una especial vulnerabilidad en un contexto bélico (pertenencia a minorías sexuales, diversidad funcional…).
Pero, además, hay una segunda cuestión invisibilizada por el relato androcéntrico sobre la guerra, que construyen incluso las sociedades actuales, y es, precisamente, una de las dolorosas realidades que se conmemora hoy: la violencia sexual como estrategia y arma bélica.
Estrategia y arma: la violencia sexual como daño simbólico
Siria, Nigeria, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Ruanda, Guatemala, Perú, los Balcanes… son sólo algunos de los casos más recientes. Aunque duela pensarlo, puede que en un tiempo se sume Ucrania al listado, entre otros.
La violencia sexual en conflictos bélicos está normalizada y legitimada como arma para dañar, no sólo a las mujeres, sino dañar simbólicamente al “adversario” debido al impacto simbólico que aún tiene la violencia sexual en relación con la supuesta deshonra sobre la familia y/o la comunidad de la mujer agredida. Además, también se normaliza mediante la justificación de “la necesidad” de recurrir a la explotación sexual en un ambiente tan masculinizado. Al igual que otras violencias bélicas, las cicatrices de la violencia sexual pueden perdurar durante el resto de la vida y afectar tanto en la dimensión física como mental.
Mujeres y hombres son víctimas de los conflictos bélicos por igual
Las mujeres son tan víctimas en los conflictos bélicos como los hombres. Desde una perspectiva de género, y con el conocimiento que actualmente tenemos sobre la dificultad de denuncia y de pedir ayuda de una mujer en cualquiera de las situaciones de violencia que puede sufrir -siendo especialmente significativa la influencia del estigma social de la víctima en caso de violencia sexual-, como mínimo deberíamos reflexionar sobre el impacto específico de esta violencia, en contextos bélicos, sobre este tipo de víctimas. No sólo es que se haya ejercido sobre ellas una de las violencias que culturalmente genera un tabú más fuerte, sino que además el tipo de violencia que se ha ejercido sobre ellas no consta en el relato oficial de lo que sucede en un conflicto bélico. La presión para mantener el silencio aumenta.
El discurso androcéntrico sobre el impacto de un conflicto bélico imposibilita visibilizar violencias cometidas contra las mujeres por el hecho de serlo, por lo que impide la correcta respuesta y la consecuente reparación del daño. Sin perspectiva de género, es imposible reconstruir las vidas dañadas por la guerra.
Por ello, en relación con la doble temática conmemorada hoy, el Derecho de Asilo y Refugio necesita una revisión en profundidad y la aplicación en él de la perspectiva de género, para asegurar que ninguno de los sesgos que modifican el relato sobre el conflicto impacten también en la valoración de la necesidad de refugio. Sin esta revisión, los derechos de las mujeres están en peligro.
Norma Ageitos Urain
Socióloga experta en Igualdad y Sexóloga