Este año, queremos celebrar el Día del Libro de una manera muy especial. Es habitual, por estas fechas, recomendar libros publicados, que se pueden comprar en una librería o a través de alguna plataforma online. Nosotras queremos proponeros, para variar, textos a los que podéis acceder directamente, textos cercanos, trabajados desde lo individual y lo colectivo, literatura con alma.

Podéis encontrar los textos a continuación. Todos ellos han sido escritos por mujeres que asisten, algunas desde hace ya unos cuantos años, a talleres de escritura organizados en espacios de igualdad de Madrid. Esperamos que os gusten y, sobre todo, que os inspiren, os ilusionen, os hagan sentir y pensar, porque la literatura no sirve «para nada» pero nos da todo: un soplo de esperanza, una mirada alternativa, un refugio frente a la incertidumbre.

Encuentro al fuego de la literatura: las escritoras que hay entre nosotras

LA CUEVA

La expedición Fito y Fitipaldis emprendió su viaje sin demasiado presupuesto pero cargados de entusiasmo. Eran un grupo muy extenso y muy musical, sobradamente preparados todos y con suficiente experiencia para tan grandiosa hazaña.

No contaban con el retraso del Canto del loco, así como las incidencias que el agente de aduanas ocasionó a los Suaves y a Extremoduro. Afortunadamente Mecano con su admirable tacto, diplomacia y mano izquierda, solucionó el contratiempo.

El vuelo fue desapacible por el sin fin de turbulencias. Los Tequila ni se enteraron, iban ebrios para superar su pánico a volar; el consumo excesivo de alcohol les alteraba temporalmente las capacidades físicas y mentales, y desafortunadamente, eso no apaciguaba los estridentes ronquidos consiguiendo que Amaral se avergonzara.

Tras las primeras andaduras y anécdotas llegaron al campamento los Pereza, quienes por honor a su nombre, poco colaboraron en acondicionar la multitud de bártulos. Empezaba a anochecer y la Guardia se ofreció para custodiar los enseres que no habían podido acomodar aún.

La noche transcurrió muy tranquila y despuntaba un día estupendo así que, sin dilación alguna, emprendieron la ruta. Transitaron por parajes impresionantes, con diversos climas según ascendían las montañas que poco a poco se hacían más inhóspitas. Se animaban cantando, eso les daba fuerzas para continuar el camino. Bien entrada la tarde llegaron al sitio donde encontrarían tan ansiado tesoro. Los rayos del sol del atardecer, como si fuera por azar, les desvió la atención hacia lo que parecía la entrada a una majestuosa cueva.

Los Secretos recordaron no sé qué frase de Sabina, que les hizo descartar aquella entrada, discutiendo por ello con Revolver. Se acercaron a la entrada y ésta, como por arte de magia, se desplomó. No hubo daños físicos, pero un equipo de arqueología se estropeó.

Se aproximaron a una entrada más modesta, allí comprobaron que la cueva poseía unas dimensiones descomunales. Les llevaría un gran trabajo de espeleología en el que descubrieron el gran tesoro.  Vetusta Morla, muerta de miedo, se puso a cantar su canción “Valiente”.

Los Hombre G no dudaron en unirse, como tampoco lo dudó Andrés Suárez que mientras entonaba las primeras notas le recorrió el cuerpo un escalofrío: la aparición de su gran maestro Luis Eduardo Aute le mostró el acceso al Santo Grial que buscaban, los utensilios y la fórmula para desintegrar a este maldito virus que tan mal trecho tiene al mundo.

En ese momento todos a una se pusieron a tocar los instrumentos que, a pesar de llevar siglos en aquel lugar, no necesitaron ser afinados para sonar acompasados y descomponer todas y cada una de las moléculas de un virus infernal que sumergió por mucho tiempo a la música en una crisis brutal.

VIRUS

Se despierta la ciudad, Blanca muerta de miedo.

Oscura noche la suya, mil horas y ninguna.

No lo esperaba, nunca imaginó ser la elegida por el horrible monstruo; ella que vive alejada de todo y tod@s.

Su mente en blanco desde su llegada. Sabe que su descanso será pelear.

Le imagina extendiendo sus largos brazos, oprimiendo con sus garras cada uno de sus órganos, cada célula, su roja sangre volviéndose densa y espesa.

Su cara llena de gozo conquistando cada una de sus respiraciones, orquestando el palpitar de su corazón muerto.

¡Basta!, se grita Blanca.

No quiero oír al viento enojado trayéndome el susurro de tantos muertos.

Mi debilidad será mi fuerza, mis alas ligeras.

Seré fuerte luchadora, no será mi fin.

Le mandaré al infierno, convirtiéndole en fuego de hielo.

Mi confinamiento me hará vencedora.

SINFONÍA COLORIDA (de la A a la Z)

Amanece en las montañas. Bajando por el sendero descubro un riachuelo. Carpas surcan el agua alegremente, como en un juego danzarín. Dibújase en el cielo la transparencia de un arco iris. Esquivo el sol, no sabe si salir o dar paso a la lluvia. Finas gotas de agua caen sobre las hojas, plof plof, recorriéndolas hasta precipitarse al vacío. ¡Glorioso aroma a primavera en el ambiente! Hormigas van y vienen incesantemente de y hacia su guarida. Intenso el color de las hojas y flores que van brotando. Jilgueros acompañan con su melodía toda esta coreografía visual. Kilómetros y kilómetros de vida se perciben desde mi situación. Llevada por la ensoñación del ambiente me dejo arrastrar por mis pensamientos, divago. Miles de pelusillas de polen sobrevuelan todo este despertar de la naturaleza. Notable, un águila, surca el cielo buscando algún alimento despistado, que todavía esté saliendo de su letargo. Ñames con sus hojas verdes brillantes alegran la vista al pasar. Oro parece el sol que ya se animó a deleitarnos con su presencia, allí en lo alto. Personaje de cuento me siento entre tanta maravilla de la naturaleza. Quimera me parecería, si no lo estuviera viendo con mis propios ojos. Resulta de una belleza indescriptible. Serpenteante sigue el sendero bajo mis pies. Tambaleante sigo mi camino, pues me quedaría eternamente a contemplar este espectáculo. Una tórtola me vuelve a traer a la realidad, para que prosiga mi camino. Viajar es la mejor actividad que puede realizar el ser humano. Wendy no se ha sentido nunca como me siento yo en este instante. Xilófonos tintineantes llego a escuchar en mi interior. Yacen ahí en el fondo del alma. Zozobra mi espíritu rodeada de tanta belleza.

MÁSCARAS

Desde el principio nos enseñaron a cubrir nuestros rostros. Porque las personas se alarmaban. Porque las personas se asustaban. Porque las personas gritaban y de pronto te perseguían y te colgaban en la horca o te quemaban en una hoguera. No estoy exagerando, ¿eh? Así era antes. Aunque han pasado un montón de años desde entonces y las cosas han cambiado, como cambia todo.

Las personas todavía se alarman, así que algunos seguimos ocultándonos. Es más fácil así. Aún se quedan mirando, pero al menos no siempre hay horror u odio en sus ojos. A veces solo hay extrañeza. Algunos preguntan, especialmente los niños. Sin embargo, ya sabemos qué contestar. Tenemos siglos de excusas bajo la manga. Que no nos puede dar el sol, que tenemos una infección, que nos han hecho algo en los dientes o la boca.

En Asia y Medio Oriente lo entienden mejor, al parecer. Aparentemente allá las personas se cubren más la cara. Algunos para protegerse de la contaminación en las ciudades o para evitar propagar enfermedades, otros por religión. Algunos estúpidos charlatanes dicen que es porque antes de que nos ocultáramos, ellos nos veían como dioses y nos honraban cubriéndose sus propias facciones. Es una burda mentira. Poco tenemos que ver con el desarrollo de la humanidad desde el origen de su existencia. Aunque no suena tan descabellado cuando te pones a pensarlo. Los dioses egipcios, el minotauro, los licántropos. Siempre hemos estado aquí. Solo que nos ha tocado camuflarnos porque las cosas en las que ellos creían y apreciaban han dejado de ser importantes.

Para algunos de nosotros la ropa basta. Algún sombrero tal vez. Usar zapatos anchos o ropas largas. He de decir que para otros la invención del maquillaje ha sido un milagro. Pero otros somos delatados por nuestros rasgos tan evidentemente que no nos queda otra opción que taparnos. Mascarillas, pañoletas, pañuelos, bufandas, camisetas enrolladas, suéteres de cuello alto, lo que sea. Encontramos lo que sea y que funcione para cubrirnos. A mi se me nota detrás de las orejas y en el cuello, así que el cabello largo ha funcionado mientras tanto. Son trucos que nos pasamos el uno al otro. Ya sabes. “Oye, esto te cubre mejor. No se te ven tanto las orejas así”. Y así lo hacemos.

Se hace tarde. Se enfría la taza de café que tengo entre las manos.

Quizás hoy se me está haciendo tan imposible ir al trabajo porque estoy pensando en todas estas cosas. No es fácil olvidarlo cuando tienes que verte en el espejo todos los días y luego cubrirlo lo mejor posible. Disimularlo, maquillarlo, encubrirlo, disfrazarlo.

Le doy un beso en la coronilla a mi novia que está organizando los papeles y tareas corregidas que tiene que llevar hoy a la escuela. Las grandes, redondas y rosadas orejas sobresalen de entre su largo cabello castaño. Algunos tenemos más suerte. Podemos trabajar con los nuestros y los disfraces no hacen falta. O no siempre.

—Hey, se te olvida algo —me detiene cuando ya tengo una mano en la puerta y en la otra, las llaves. Sus ojos oscuros, una nariz puntiaguda y unos dientes de roedor me sonríen con la mascarilla negra colgando de un dedo fino y alargado.

Sonrío con unos colmillos de lagarto y una barbilla llena de escamas. El cabello no cubre esa parte. —Claro, como olvidarlo —bromeo, entornando los ojos, y me acerco a tomar el disfraz de media cara. Otro beso. Un “Cuídate” y salgo.

Otro día de ser a medias, de fingir que lo que eres no existe. De ocultarte detrás de excusas y mentiras. La mascarilla sobre mitad de la cara, lo que somos detrás de una máscara.

LA SUGESTIÓN

Pertenezco a una secta y esto me avergüenza un poco. La secta ciudadana de los camisas de rayas.

Como yo, muchos más nos vemos obligados a vestirnos con camisas de rayas.

Parece una secta absurda y muchos no sabemos a qué se dedica.

Me vi incluido en esto por casualidad, cuando fui a comprarme una camisa de rayas, tal vez influenciado por lo que parecía ser una moda, pues veía cada vez a más gente que las llevaba.

Este gesto trivial me apartó en pocos meses del mundo real. A partir de ese momento, cada vez que me cruzaba con alguien con camisa de rayas, fuera mujer o hombre, me saludaban.

Algunos incluso se detenían y cruzaban algunas palabras de cortesía con forzada jovialidad.

Debo decir que llegué a esta ciudad al final de este verano, a raíz de un contrato de interinidad como profesor de Literatura Española en su único instituto.

Vivo solo, en un pequeño apartamento alquilado próximo al lugar de trabajo.

Algunas de mis alumnas y alumnos también llevan camisas de rayas y el número va en aumento.

Entre los vecinos de mi inmueble observo también cómo cada vez son más los que las usan.

Dicen que el tejido de rayas es originario de la India y que, aquí en Europa, estuvo asociado a personas de mala reputación, hasta que se puso de  moda en la corte de Luis XV.

No sé qué importancia puede tener esto en nuestro grupo, espero que ninguna.

Creo que hay muchas personas como yo que no saben a qué se dedica esta secta, aunque yo pienso que el fin de las sectas es siempre el mismo: posicionarse en el puesto de mayor poder posible, con el fin de beneficiarse al máximo a costa de los otros.

La política es muchas veces prácticamente lo mismo, me digo para tranquilizarme, pues, salvo por la presión que siento para seguir vistiendo camisas de rayas, no hay otras amenazas visibles por el momento.

¿Para qué podría servirles esto?

Lo cierto es que ya no puedo comprar otro tipo de camisas que no sean de rayas en esta ciudad, pues siempre me dicen que no tienen de mi talla.

Afortunadamente, aún puedo conseguirlas por internet o en otras ciudades, pero creo que en un futuro muy cercano, al ritmo que nuestro grupo está aumentando, esto ya no será posible y no me las venderán en ninguna parte.

Mi malestar es cada vez mayor, siento que estoy perdiendo algo de mí y que todo escapa a mi comprensión.

Esta ciudad se está agarrando a mí con la fuerza con que se agarra una sombra.

A la vez, tengo que decir que es el primer curso, desde que soy profesor de Literatura, en el que he comenzado a escribir este tipo de historias a petición de mis alumnos, y que me siento bastante incómodo por el momento.

Espero, queridos alumnos, que cuando escuchéis la historia dehoy sigáis dándome vuestro apoyo, al menos los que lleváis camisas de rayas.

MARY PEPA

Mi nombre es Mary Pepa. Me voy a presentar… ¿ante quién? ¡Pues ante mí misma! No soy muy alta y más bien rellenita, mi cabello muy oscuro hace resaltar la piel blanca de mi cara, mis ojos grandes y de un color entre azul y verde llaman la atención. Y mis pestañas se alargan no por un prodigio natural ,sino por el rímel que me doy todos los días.

Como se acerca el final de curso lo tradicional es hacer una fiesta con baile donde participan profesores y alumnos. No sé cómo ir vestida, mi historia se repite. No presto mucha atención a mi vestuario, por eso mis amigos me dicen que no me saco mucho partido.

Formo parte del mismo grupo desde hace tiempo. No quiero cambiar porque en el fondo me da miedo lo nuevo; todos me aceptan pero muchas veces me sacan bastantes defectos, y yo hago que no me entero, aunque en mi interior me llenan de dudas.

Me acompañaron a la tienda para elegir el modelito y los zapatos, mejor dicho, unas sandalias de tiras que no ocultaban un huesecillo indiscreto y saliente en cada pie -no digo el nombre porque es muy feo- y con unos tacones finos muy finos, altos muy altos. A pesar de que dije que nunca había llevado nada parecido, Mary Cruz se empeñó en que eran los adecuados, y yo cedí una vez más.

Llegó el día de la fiesta. Todas y todos estábamos irreconocibles, incluso el profesor de arte parecía haber recobrado una juventud ya lejana.

La orquesta empezó con canciones lentas y poco a poco se fue llenando la pista, pero luego la música se volvió rápida y envolvente y acompañada de unas copitas, todos nos lanzamos a seguir el ritmo trepidante; hasta mis tacones finos muy finos, altos muy altos también se animaron, pero al querer bailar solos, cada uno decidió tomar su propia dirección y yo caí directa al suelo, boca abajo, todo lo larga que soy. Momento complicado ¿qué hago? ¿me voy a gatas? ¿me pongo a llorar? ¿pido ayuda?

De repente tuve una gran idea: me puse a bailar descalza y con los brazos animaba a que todos me siguieran. Ya no me hacía falta la opinión de Mary Cruz.

Y al profe de arte le gustó tanto la idea que se acercó para bailar conmigo; se quedó con ganas de quitarse los zapatos, no lo hizo porque debía llevar unos calcetines horribles.

Pasaron las vacaciones, las clases se reanudaron, yo me dediqué a seguir con mi proyecto de investigación olvidándome incluso de los alumnos que habían dejado en mí un bonito recuerdo.

Mary Cruz, quien le había asesorado en estilismo en su época universitaria, llevaba un tiempo pensando que debía organizar sus libros y un domingo, al levantarse, se dijo en voz alta para convencerse a sí misma: «De hoy no pasa»; empezó a mirarlos y vio el espacio que ocupaban. Los que más la interesaban los podía tener en el ordenador, pero seguía apostando por la calidez y la cercanía de las palabras impresas… total, que no renunció a ninguno. Uno de ellos sobresalía en la estantería, lo ojeó y vio una tarjeta de felicitación por su cumple, en el dorso tenía la firma de una tal Mary Pepa, con su dirección y su número de teléfono. ¿Desde cuando estaba allí?… Debía conocer sus gustos, porque era una cartulina rosa, con una muñequita de cara angelical, rodeada de pajaritos, tampoco faltaban lazos de distintos colores. Como a ella le gustaban las cosas cursilonas disfrutó mirándola.

Ese nombre de Mary Pepa resonaba con insistencia en su interior, hasta que consiguió vislumbrar en una nebulosa su aspecto. Se dirigió al teléfono, marcó con impaciencia y contestó una voz dulce y a la vez fuerte.

Ahora estamos las dos en una tetería, sentadas frente a frente, observándonos y queriendo devorar el tiempo que habíamos perdido.

Mary Pepa me preguntó: “¿Te acuerdas de aquel famoso baile de graduación universitaria? Prosiguió: ¿Aquél  en que me caí en plancha porque mis tacones altos muy altos, finos muy finos emprendieron cada uno por su lado su propio y trepidante baile?”.

Respondió Mary Cruz: “Imposible olvidar esa escena. Muy pocos estamos preparados para salir airosos de una escena parecida. Tu energía, decisión y originalidad fue muy comentada; desde aquel día los bailes que se organizaron tenían sólo una condición para asistir: con los pies descalzos. Mary Pepa, creaste escuela”.

Contestó: “Reconozco que me salió bien la jugada… pero muy pocos saben lo que te voy a confesar. Mi caída la provocó el síndrome de Guillain Barre, tienes que saber que es un trastorno que ataca a los nervios causando debilitamiento empieza por los pies y las piernas. Aquella situación me hizo reflexionar mucho y con profundo dolor, hasta que decidí que soy mucho más que una enfermedad y puedo lograr mis objetivos en la vida”.

Nos miramos con cariño y al despedirnos me dijo: “¿Te has fijado en el sol que hace hoy y yo llevo un hermoso y largo paraguas, sustituyendo al odiado bastón…? Lo hago para mantener mi fama de excéntrica”.  Y empezó a reírse.

COMPLOT EN EL TALLER DE LECTURA

 Graciela trabaja limpiando edificios para pagarse dos dientes. Antes de aquel accidente, era recepcionista en un hotel, y participaba conmigo en un taller de lectura del Espacio de Igualdad, pero ahora, ni siquiera se atreve a ir a una entrevista de trabajo. Se cubre la boca cuando va a sonreír e incluso habla con la cabeza un poco baja. Se nota que le incomoda aquella falta.

Quiere sus dientes. Con qué ilusión va juntando billete a billete los dos mil euros que necesita para un implante.  Ya está cerca. Podrá recuperar su vida, trabajar en los hoteles, ganar mejor, salir a hablar con la gente y practicar el inglés que es el idioma que más le gusta.

Un día el marido descubre que Graciela tiene una cuenta bancaria que él no conocía y ¡con todo ese dinero ahorrado!

Así que empieza una campaña de despojo: largos besos, él, que casi ya no la besaba, halagos a la comida que antes le era indiferente y hasta llega a preguntarle meloso, ¿cómo te ha ido hoy, mi amor?

Ella se ablanda, está a punto de entregarle el dinero para él que pueda comprar repuestos para el coche. Adiós a sus sueños. Él la remata diciendo que gracias a la pandemia ya no necesita el diente, felizmente está la mascarilla.

Graciela nos lo cuenta.

―¿Cómo? ―Le decimos ― Ninguna pandemia dura toda la vida. Y ese hombre va a durar más de lo que parece. Imposible, nada de ceder, ¡ponte los dientes!

Y como ella duda porque lo ama demasiado, nos movilizamos. Llamamos a todas las clínicas dentales, les damos sus datos y les decimos que Graciela Torrijos desea un implante, que solo necesita una buena oferta.

Las clínicas dentales se lanzan sobre ella a todas horas, le rebajan precios, le brindan pagos parciales, una de ellas le ofrece de regalo un lector de e-books, y gana la competencia. Graciela pone fecha y hora para iniciar el proceso de implante.

Cuando nos volvemos a encontrar nos dice:

―Los elegí porque más que los dientes y más que mi marido, me hizo ilusión ese lector de e-books. Y agrega con sonrisa pícara:

―¿Cómo creéis que la clínica adivinó que me gusta leer?

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO…

Como cuando el día se despereza del abrazo de la noche y le cuesta deshacerse de su compañía. Así le pasaba a Rosa al abandonar las cálidas sábanas para comenzar una nueva jornada que, para ella, era muy especial. Se acercaban las Navidades y tenía que sacar el billete con antelación. Sus hijos, Juan y Raquel, la habían invitado a pasar las fiestas con ellos. Con Juan lo haría en Nochebuena y con Raquel en Fin de Año. Desde la muerte de su marido no se habían vuelto a reunir, por eso Rosa tenía ilusión y también temor, ya que Raquel no veía con buenos ojos la relación que tenía su madre con Nico, un chico más joven que ella.

Para Rosa las Navidades siempre fueron especiales. Primero con sus hermanos, porque disfrutaban montando el Belén en un rincón del aparador, con su río, poblado, ovejas, figuritas, etc. Ya de mayores, Rosa se quedó con el Belén y lo seguía poniendo para sus hijos. Cuántos recuerdos alrededor de esas pequeñas figuras de barro ahora ya mutiladas por el paso del tiempo. Pero siguen en pie, como ella.

Llegó el día tan especial. Juan la recibió efusivamente y su nuera y sus nietos la dedicaron un villancico en su honor, haciendo que Rosa se emocionara por tanto cariño y atención hacia ella. El día de fin de año Rosa se había instalado en el piso de abajo que Raquel solía alquilar. Aprovechando que no había inquilinos, pasaría la noche allí. Rosa fue a la peluquería, se puso sus mejores galas, se sentía guapa, atractiva, y pensaba en la noche mágica. Allí se encontraría con familiares, amigos y también desconocidos. Por eso Rosa cuidaba mucho más su figura. No quería defraudar a su hija, un tanto acomplejada de ella…

Según se acercaba la hora, Rosa iba sintiendo alegría y desazón al mismo tiempo. Oía ruido en el piso de arriba, movimiento de pasos, música, risas, voces, pero la puerta del piso seguía silenciosa. Así hasta que llegó la hora de la cena y la puerta seguía igual. A Rosa se le iba encogiendo el corazón. Cerca de las 12 de la noche, oyó abrirse la puerta. Era Raquel, que traía una bandeja con las uvas y una copa de champán. La dejó sobre la mesa y le dijo a su madre: “Cuando las tomes, si quieres, te vas a la cama”. Rosa, estupefacta, no supo qué hacer y cerró la puerta.

A la mañana siguiente, Raquel bajó al piso para despedir a su madre y se extrañó al no ver a nadie. Llamó por teléfono y Rosa, muy serena, contestó: “Me fui a la cama, como me dijiste, pero con Nico. Ahora estamos en el aeropuerto, a punto de embarcar rumbo a Nueva York, a disfrutar del premio de la Lotería que pensaba repartir. Ahora, con tu permiso, voy a vivir la vida y, por favor, no me vuelvas a invitar a nada nunca más. Chao… Pasadlo bien”.

EL VALOR DE LA AMISTAD

 El valor de la amistad hay que saber lo que significa,

tener amigos verdaderos, una amistad es el bien mayor humano.

La amistad aumenta la alegría y mitiga las penas,

es desinteresada y acompaña hasta la muerte.

La amistad protege y es apoyo en las dificultades.

UN AÑO DE COVID 19

 El año 2020, es un año en el que yo  no esperaba vivir mi peor pesadilla. Ha sido un año lleno de dolor, de sufrimiento, también de miedo, un año con mucha incertidumbre, un miedo a algo que  no sabíamos, ni aún sabemos, cómo se contagia. El ejemplo es que mi hermana, yo conviviendo con ella muy próximas, su marido durmiendo juntos y su hija, ella pasó el Covid y nosotros no, y además, ella sin salir prácticamente de casa.

Sin embargo, también ha estado llena de cariño, en la distancia, llamadas de teléfono, video llamadas, gente aplaudiendo en los balcones dando muestras de gran solidaridad, gente a la que no conocías y cuando a las 8 salías al balcón o ventana, te saludaban y te daban una sonrisa… yo los llamo amigos de “balconing”.

Esto nos ha dejado un toque de atención. No podemos descuidar nuestro entorno pues no solo consiste en cuidarnos a nosotros, nuestra casa, sino nuestro planeta y el mundo que nos rodea pues todo es un conjunto y estamos avasallando nuestra forma y nuestro medio de vida, pues, echando la vista atrás, recuerdo cómo la naturaleza quería volver a su sitio.

2120

El próximo 1 de julio de 2120 se celebrará a nivel mundial los hechos que acaecieron en el 2020 por el COVID 19.

En este siglo han pasado muchas interesantes cosas.

España: en el 2065 terminamos de pagar la deuda que el país contrajo con la Unión Europea. El 60 % eran intereses.

En el 2020 llegaron 12 millones de turistas. En 2025 Cataluña se constituyó como República. Sólo duró dos años. Cuando pidió entrar en todos los organismos internacionales les cerraron las puertas, dichos estamentos alegaron lo mismo: CORRUPCIÓN. Eran tantos y graves, que lo de los Pujol era calderilla. El referéndum se celebró en octubre de 2023.

Los resultados fueron los siguientes: SI: 51,6% NO: 43,8% ABST: 3,8% NULO: 0,8%.

En 2027 pidieron volver a España y el gobierno les puso una condición: que limpiaran las cuentas y que devolvieran el dinero mal gastado. Por este motivo a los catalanes se les impuso un impuesto que duró 35 años.

Los que más sufrieron fueron los culés: la liga española no permitió que siguieran y tuvieron que formar la suya. Tampoco podían jugar ninguna competición a nivel europeo ni mundial.

En el 2040, de una forma un poco rara, se constituyó la 3ª República. La Reina Leonor se negó a marcharse del país. Sus argumentos fueron: yo soy española, el pueblo me ha despedido de mi trabajo. Se dedicó a su ONG.

En España ocurrieron más cosas, pero para mí fueron las más importantes.

Internacional: Carlos el príncipe de Gales murió antes que su madre. Isabel falleció a los 102 años. Lo que más revolucionó al mundo fue que Estados Unidos se dividiera en tres países: al sur, la Confederación de Estados Americanos, donde no hay casi negros ni extranjeros, y los que hay viven en guetos.

En el norte, la Federación de Estados Unidos y el tercer país fue California.

Social: la utilización del petróleo es nula.

Tuvimos una sequía brutal que duró 10 años, pero después de concienciarnos mucho y pagar, pudimos salir de ella.

Violencia de género: después de mucha lucha, tras una huelga general indefinida de mujeres en el 2027, el gobierno destino casi todos los presupuestos a: educación, seguridad para las mujeres, viviendas y sueldos digno, así como otras medidas. Las mujeres dejaron de tener miedo.

En el 2103, justo cuando se cumplía un siglo desde que empezaron a contabilizarse las muertes de mujeres, ese año no hubo ninguna.

Unas palabras 

Este curso, especialmente difícil por la continuación de la pandemia mundial por Covid 19,  en el taller de escritura y en el espacio de escritoras del Espacio de Igualdad Hermanas Mirabal, hemos seguido  escribiendo.

Escribiendo para expresarnos, escribiendo para sacar el miedo, para poner en papel la incertidumbre, la preocupación, la rabia… pero también para seguir soñando, para imaginar, para crear y compartir juntas.

Tejiendo palabras, tejemos la vida, acompañadas.

Gracias infinitas a todas y ¡a seguir escribiendo!

SUEÑO

Sueño con un mundo habitado por una humanidad nueva
que haya enterrado las armas y hasta las monedas.
Sueño con un mundo libre de pobreza, de esclavitud, de miseria
en el que todos los países levanten la misma bandera.
Sueño con un planeta
en donde las personas
puedan hacerse adultas
sin perder la pureza.
Este mundo que sueño
quizás exista más allá de las estrellas,
pero todas juntas
podemos crearlo en este planeta Tierra,
y dejar una herencia de dicha y alegría
sin mentiras ni cadenas.

PENAS

¿Qué puedo decir después del amor echado a un sólo «perro»?
Que soy feliz de la manera que siento.
Los mares que navegué…
Las montañas que subí…
Los besos que te soñé…
Los que te di con placer
y esa hambre que probé
para mirarme a los ojos
con mis ojos, y no de otra.
Reconocerme en la cólera,
olvidarme en la pereza,
cambiar mis sueños
por el Mar y la Tierra
y a mí misma cambiarme
para vivirme sin penas.
¿Penas?
Nunca las retengas.

DIVERGENCIAS

La luz solar rebotaba sobre el dorado y elástico traje que vestía, intencionalmente sugestivo. Se le
marcaban el talle largo y plano, los huesos un poco puntiagudos de la cadera y la redondez temblorosa de
sus glúteos. Al igual que los demás participantes del congreso, la del vestido ceñido llevaba una
escarapela al lado izquierdo de su pecho donde se podía leer su especialidad.

Todos los allí presentes tomaron partido ante su atuendo.

El gremio de las académicas, representantes de la tradición, que se sintieron humilladas por esa particular
vestimenta deliberaron que seguramente era una impostora y por mayoría decidieron relegarla a un
rincón, – una intelectual no se vestiría nunca de este modo, sentenciaron.

Un hombre mayor, que se acercó hasta la esquina donde impasible la de los huesos puntiagudos dejaba
pasar el rato, pudo leer en su escarapela: especialidad lingüística de la Ñ y la O.

—Que arte más sublime tiene usted, le replicó el hombre. Y agitó la mano cóncava y
enérgicamente, llamando a los de su grupo para que pudieran verla de cerca. Era una pena, les
hubiera gustado rescatarla de aquel bloqueo, pero eran incompatibles con sus fonemas.

Un poeta subió al estrado y recitó el poema de Todo en contra, lo terminó afirmando que “Para sobrevivir
es necesario ensimismarse. Este mundo exige mucho y da muy poco”. Sus seguidores, lo aplaudieron a
rabiar. El gremio de los esperanzados, que se sintió ofendido con aquel mensaje, subió al unísono, para
declamar en coro el Poema de viento a favor.

La especialista de la Ñ y la O empezaba a aburrirse ante tanta obviedad. Se acercó un hombre de mediana
edad con una barba impoluta. Se presentó como estudioso de los signos de puntuación, especialista en los
paréntesis. A continuación, le preguntó: ¿Podría medirle su esquiva cintura? — sólo por interés científico,
le aclaró.

A la abandonada del rincón, le hizo mucha gracia tanto esfuerzo mental y por supuesto accedió, sonriendo
mínima mente. Con sus dos manos el investigador fue capaz de formar un círculo perfecto en torno a la
cintura de la que sonreía.

El de la gramática de lo obtuso que observaba la escena, se sintió también con derechos. Se identificó,
ufanándose, que él como hombre, se había especializado en la lingüística de las letras erectas.

—Lo siento, incompatibles, repetiríamos la Fábula de La Zorra y La Cigüeña, le contestó, y lo
dejó hablando solo.

La de la cintura estrecha, que parecía somnolienta ante tanta pasividad, decidió salir al jardín a besarse y
abrazarse sola, internándose entre los plumíferos y esbeltos juncos, para que nadie le deseara malos
pensamientos, ni le tuvieran envidia. Dio de frente con el filósofo del silencio, que estaba allí agazapado y
la comunicación fue total.

La autora se presenta: Doris Mosquera Monroy

Nació en Bogotá en 1964. Realizó estudios en lenguas modernas de español e inglés en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Desde 1998 vive en Madrid donde se dedica a la enseñanza.

El Bosque

-Una vez cerrada la puerta, deposito la llave debajo del felpudo, acelerada, dirijo mis sentidos hacia la escalera, bajo sumida en un mar de confusión, una vez en él portal- el portero saluda dándome los buenos días – contesto distraída  sin dar sentido al saludo, tan solo la inquietud de salir me tiene absorbida. -Adentrarme en el rio de la gran avenida es mi prioridad, ser uno más de esa masa que camina acelerada, respirar caminar y caminar es mí necesidad. Por fin el portal quedo atrás, yo autó-mata dirijo mis pasos al tranvía, el me alejara,  de la ciudad.

-La senda, ante mí,  cuajada de hojas muertas, de piedrecitas punzantes, ¡sí ¡ como tú verborrea, hiriente, aguda dejando señales, marcas, bajo mi piel, ¡invisibles huellas dejadas por tu amor¡ hiriente amargo… el camino, sin rumbo, ¡ese el cual tu marcabas¡ aquí en pos del dorado, pisando hojas muertas predecesoras de mi llanto, crujen sus sequedades bajo mis pies. ¿Qué hago en tal espacio desolado? Retrotraerme al dolor ¡disfrutarlo¡

-La oquedad del bosque, llena mi ánimo de sensaciones nuevas, seguridad, sosiego, tras ellas,   tú con palabras obscenas, ¿recuerdas amor? Esas que callada sumisa escuchaba, hija de puta, sucia, gorda desgreñada,  tras ellas, tu sexualidad desbordada, ¡necesitabas humillarme para excitarte¡ sentir el vacío  las náuseas, gritar en un grito callado, por lo  trágico  del  momento, tejer la venda tapando tus celos, callada sumisa, -creando otros cielos- reuniendo fuerzas, disculpando tus modos y tratos deshonestos.

-La mirada triste, deshabitada el alma, ¡dejaste huellas invisibles¡ El camino recogerá nuestros pedazos, los tuyos deshonestos, los míos sangrando de pena y sufrimiento. Siento, oigo sutiles brisas, traen susurros de lamentos, camino descalza, abro mis brazos, siento la suave brisa acariciando mi libertad, -no deje señales del destino- adentrarme en el bosque, lejos de tus celos, respirar hondo sentir cual bálsamo, el oxígeno, correr por mi cuerpo.

-Sentir y no poder gritar, callar para no molestar, morir cada día un poco más, que nadie perciba lo que hay en mi hogar, sentir sobre mi piel el peso del malestar, celos malditos mermando mi auto estima, dando paso al aniquilamiento al morir, ¿Recuerdas amor? la mano sobre mi cara salvando mi rostro de tu feroz agresión, él no me pegues por favor, suplicante sumisa rota de dolor, tú agresivo gritabas, ¿zorra con quien fuiste hoy ? disculpas groseras, seguían a la agresión  atroz sin razón. ¿Recuerdas amor? Yo responsable de tú agresión, tú víctima de mi falta de pudor, noches, días nebulosas de menosprecios y dolor, ¡si amor¡ tú falta de hombría la sufrí yo.

Las piedras del camino no hieren, dan señales de vida, salvada, camino, ya no puedes dañar, adentrarme caminar sin tu aniquilación, quedaste atrás, a mí no me encontraran, la arboleda cobijo y amparo me darán, tú descansa en paz.

La autora se presenta: María de la Cueva

«Vengo al mundo el 10 de enero de 1945, en el seno de una familia de trabajadores de la cual estoy muy orgullosa. Tiene dos libros publicados “Sentimientos” y “El pozo parió otra tierra” en coautoría con Marlén Martínez – Otero Merino.»

VERY PERI

Hacía tiempo que no se reconocía en la imagen que cada mañana le devolvía su espejo. El vacío que empezó a notar hace  ya años en su estómago,  seguía extendiéndose  inexorablemente y ya se había adueñado también de su rostro. Cada vez de líneas más desdibujadas, perdiendo nitidez semana a semana, mes a mes, cada  año más borroso. El brillo de sus ojos también se había ido diluyendo, poco a poco hasta casi desaparecer. Cualquiera diría que se estaba volviendo invisible.

Dejó de mirarse en el espejo. Dejó de arreglarse,  ¿para qué?  Apenas se quitaba las legañas de la noche, se lavaba los dientes y se estiraba un poco el pelo, cada vez más gris. Como su cara. Como su Alma.

Había días que en cuanto se quedaba sola en casa, cuando todos habían salido a sus trabajos o estudios, ella se volvía a la cama buscando el refugio de su edredón y allí medio aletargada dejaba la mente en blanco y esperaba que las horas fueran pasando. Luego  a cocinar algo rápido para cuando ellos llegasen,  pasar una escoba rápida y sacar la cabeza del pozo. Solo un poco. Lo justo para que ellos no notaran el abismo en el que ella se asfixiaba. Sabía que  esa no era ella, pero se dejaba llevar  sin oponer resistencia,  para no pensar.

Otros días sin embargo, al tercer café, entraba en una una actividad frenética. Limpiaba, llenaba la nevera, ponía tres lavadoras, ordenaba el caos en el que se estaba convirtiendo su casa, sin pensar que el verdadero caos, el de su cabeza,  quedaba siempre pendiente para otro momento … En esos días no  pensaba en cómo había llegado hasta ese punto.  Cómo se había ido dejando ganar terreno hasta convertirla en el comodín de la familia, en la mamá-chándal, en la mamá-chófer…. en la chica para todo. Pero también sabía que esa tampoco era ella.

En esos momentos su cerebro iba a mil. Saltaba de un pensamiento a otro en un ejercicio de autodefensa. Podía estar limpiando y con la cabeza en varias otras cosas  a la vez, al tiempo memorizaba la lista de la compra, concretaba la cita en el dentista para el mayor,  o con el neurólogo para su padre, llamaba al seguro para esa gotera que volvía a dar la lata, o se citaba con el tutor del pequeño que otra vez estaba dando problemas….

En esas estaba esa mañana, cuando organizando el armario de su dormitorio se encontró de repente con ”la caja”. No era propiamente una caja, sino una especie de maletín lleno de pegatinas que la acompañó durante su paso por la universidad y que ahora en lugar de apuntes guardaba todos los retales dispersos de una vida que fue suya pero que ahora le parecía tan irreal como lejana.

La abrió y se sorprendió de todo lo que ahí había ido olvidando. Las cartas de aquel primer amor, el pequeño corazón de madera con sus iniciales, un montón de entradas de conciertos y de cine… sus primeros cassettes grabados directamente de su emisora favorita , con lo cual a veces se colaba una publi. El cuento que escribió e ilustró cuando aún estaba en EGB. La cartilla del Interrail de su primer viaje al extranjero. Su primera nómina. El anillo de bodas que ya no le entraba en su cada vez más regordete dedo. El chupete del  mayor. La primera ecografía del pequeño….

Un recuerdo iba llevando a otro. Y se dio cuenta de que cda uno de esos recuerdos significaba una renuncia. Cada objeto, cada foto que iba sacando le mostraban las cosas que había ido dejando en el camino.

El primer amor al que dejó por no estar preparada aún y que quedó en el limbo de los amores inacabados.

La familia, a la que no se atrevió a dejar porque la habían educado para ser una buena hija, responsable, trabajadora…

La oposición a Bruselas que aún a sabiendas de que podía ser lo que siempre había soñado, una vida cosmopolita fuera de España, alejada de la familia, dejó pasar porque ya tenía planes de futuro con él.

Las expectativas de un trabajo importante en una  gran multinacional. No le hubiera sido difícil, su formación y experiencia profesional la avalaban, pero nunca era el momento. La familia necesitaba la estabilidad de un sueldo, y era su sueldo  el que mantenía a la familia por aquel entonces.

Las entradas de cine de conciertos…. Hubo una época que no había película, obra, exposición de la que no disfrutase. Cuidaba mucho los libros que leía, consumía cultura por todos sus sentidos. ¿Dónde quedó aquello?

Los amigos de la Facultad. Muchos siguieron  siendo libres, independientes, bohemios. Ellos no entendían de horarios de familia, ni de compatibilizar los baños de los niños y los deberes con salir a tomar una copa. Y en su agenda, esa que ahora la “caja” le devolvía, cada vez había más nombres tachados.

Los hijos…… que cada vez requerían más atención, atención  que siempre salía de su tiempo, de sus hobbies, de sus propias inquietudes. Y con el primero todavía pudo seguir trabajando gracias a la ayuda de su madre, pero el segundo vino con muchos problemas y en ese  momento la única opción fue que ella renunciase a su trabajo. A su vida.

Rebuscando entre todas aquellas pequeñas cosas encontró un tesoro. Su tesoro. Los panties morados estampados con girasoles enormes que se trajo de su primera visita a Londres. Aquellos panties significaron tanto para ella. Con ellos se sentía única, divina y poderosa. Le acompañaron hasta que se cayeron de viejos en sus escasas y controladas salidas por la noche de Madrid. Las niñas buenas no salen de noche. Las niñas buenas no se divierten.  Las niñas buenas…… vaya mierda de niñas buenas.

Los panties estaban destrozados. Pero los guardó por todo aquello que significaron en su momento para ella. Y hoy esos panties le devolvían más que cualquier otra cosa de  las que  fue encontrando en la “caja”,  esa imagen de lo que ella  fue y que ahora ya no existía.

Pensando en esto le vino de pronto un flash de una noticia que había leído hacía pocos días y a la que no había prestado ninguna atención. El Instituto Pantone había declarado que el color de este  año 2022 iba a ser el color Very Peri. Le pareció una gilipollez, esa  tontería de que casí todo tiene su día.  El día de la croqueta, el día  de la marmota, el  blue Monday o el black Friday.  También a los años se les asignaba un color. Y encima a priori. Sin saber si el año que empieza será gris de tristeza, rojo  de guerras, o verde de esperanza. El color Very Peri a  priori no le pareció nada del otro mundo, aunque era un tono que le gustaba. Más claro que un violeta, más bien un lavanda, pero lo que sí llamó su atención fue que la elección de ese color según el Instituto Pantone tenía “la intención de transmitir una actitud alegre y vivaz y una presencia dinámica que fomente la creatividad valiente y la expresión imaginativa”. Por eso su cerebro había asociado sus panties morados con el Very Peri. Porque le hizo recordar cómo se sentía con ellos hace más de 30 años.

Pensando en violetas, la flor favorita de su madre, estaba cuando le vino a la cabeza otra noticia. En el telediario habían comentado las diferencias de criterio que habían desembocado en una doble convocatoria a  manifestación del 8 M que se celebraba esa tarde.

Hoy era 8 de Marzo.  Pensó que nada era casual. Que algo instintivamente le había llevado a la “caja” y le había mostrado con crueldad donde estaba ahora  y de donde venía. Los panties le habían hecho recordar los momentos de su vida en que teniendo todo a su favor, fue renunciando y negándose cada vez más cosas hasta convertirse en un ser sin vida propia.  Y decidió que era el momento de volver a pisar las calles, con paso firme, que mejor que rodeada de otras mujeres que como ella no querían seguir siendo invisibles. A partir de hoy las cosas iban a cambiar para ella porque ella había decidido cambiarlas. Very Peri.

Cuando él llego a casa esa tarde, le intrigó el silencio y oscuridad que había en la casa. No se oía ruido en la cocina, ni llegaba el olor rico de algo en el horno. Tampoco se oía la televisión, ni el bullicio de los chicos. Extrañado entró en  la cocina y vió su  nota pegada en la nevera

“Cari, he salido. Los chicos están en casa de los abuelos. He quedado en que te los acerquen  a las 21h00. Que se den una ducha y preparaos algo de cena. A ver si a las 23h00 consigues tenerlos  en la cama. No te olvides de la medicina del peque que tiene moquillos. No te preocupes estoy muy bien acompañada y no llegaré muy tarde. Si quieres saber dónde ando,  búscame entre todas las compañeras en las noticias de las 21h. Exactamente debajo de una pancarta con la leyenda “Estoy hasta las tetas de hacerte las croquetas”.

Y prepárate que vienen curvas. Este va a ser mi año Very Peri.

Besos”

La autora se presenta: Rosa M. Andreu Rueda

Nace en Madrid un 25 de noviembre de 1962. Cuando el 25 de noviembre aún no era el día de la eliminación de las violencias contra las mujeres. Gran lectora desde la infancia y apasionada de las letras y las lenguas se licencia en Filología Inglesa en la Universidad Complutense de Madrid. Desde siempre sintió el gusanillo de la escritura, pero no es hasta que conoce a las Perseguidoras de Metáforas y gracias a su impulso, que da el paso de llevar al papel sus pensamientos.

No sé muy bien por dónde empezar. Lo he normalizado, he tapado lo que me hace sentir. A veces me siento segura yendo sola por la calle y me digo, ¿no estaré siendo imprudente?

“Avísame cuando llegues a casa” algo que me dicen todas mis amigas y le digo a todas mis amigas.

Del metro a mi casa hay cinco minutos.

En el minuto 1 me bajo del metro, no sin antes asegurarme de quién se baja conmigo. Subo las escaleras andando y no sé qué es mejor si dejar que pasen todos o andar delante de ellos.

En el minuto 2 bajo la música, pero me dejo los cascos puestos. Que parezca que voy distraída, pero estoy muy atenta.

En el minuto 3 saco las llaves del bolsillo y hago ruido. El único otro sonido que escucho es el latido de mi corazón.

En el minuto 4 acelero el paso y voy casi corriendo. No quiero pasar más miedo.

En el minuto 5 me escriben: ¿amiga has llegado?

Pasan los minutos. ¿Amiga estás ahí? ¿Amiga?

CADÁVERES

Caminé tantas veces como me dejaron. El miedo me resoplaba en la nuca y yo mientras jugaba a mostrarme indiferente. Salteaba cada farola y me escurría por las estrechas aceras donde apenas podíamos entrar mi orgullo y yo. Sería por eso por lo que caminaba cabizbaja.
Caminé tantas veces como me dejaron. Las miradas se clavaban en mi camiseta. Nadie sonreía. Todos juzgaban. “Nos quitaron todo menos el miedo”. Aunque yo, aceleré el paso, por si acaso.

Caminé tantas veces como me dejaron. El sol caía de soslayo. Otoño. La temperatura medida para colocarme la Harrington sin tener que cargarla sobre mis hombros. Al menos, me liberaba de algún peso. Me senté en aquella terraza y respiré hondo. La cerveza fría y sin vaso. Saqué mi libro de poesía y me quité el reloj. Hacía tiempo que no encontraba el lugar perfecto para leer en aquella media mañana de jueves. Poema tras poema se me pasaban los minutos…y las cervezas. Alcé la vista. A pesar de creer que había encontrado la terraza perfecta, volví a sentir las miradas.

Aquel poema llevaba razón: Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres. Y al igual que Dámaso Alonso, yo también me refiero a los vivos.

Cerré mi libro y pedí la cuenta.

Llegué a mi casa y me abrí otra cerveza.

Yo no era la única persona que estaba sola en aquella terraza bebiendo cerveza, pero sí la única mujer.

Y repito, caminé tantas veces por estas calles de Madrid como me dejaron, porque otras corrí y otras, sin embargo, me paré en seco intentando contemplar lo lúgubre de esta ciudad. Cadáveres. Eso es lo que veo.

“Nos quitaron todo menos el miedo”, versaba mi camiseta.

Menos el miedo… Y la rabia.

Escena 1. Celebración

Me embarga una emoción tan grande, que me siento incluso mareada. Los sentimientos van y vienen, se entremezclan los unos con los otros. Siento que es de alegría, de felicidad pero estoy como subida en una noria.

Me siento tan privilegiada por pertenecer a una sociedad como en la que había nacido y a la vez tan concienciada de la responsabilidad que tenemos cada una de nosotras para que se siga perpetuando, que la celebración todavía tiene más valor.

No había sido nada fácil llegar hasta aquí, a lo largo de siglos las personas de este planeta no conseguían preservar la naturaleza intrínseca de lo que les rodeaba; no solo acabaron con los recursos para poder sobrevivir sino que acabaron siendo depredadores de sí mismos, creando tales desigualdades que nuestra sociedad se contaminó hasta el punto de que nos convertimos en caníbales de nuestras propias emociones.

Todo estaba basado en la absurda creencia de que :

– Los “hombres blancos” tenían poder absoluto (el resto de las razas eran inferiores fueran del género que fueran).

– Que las mujeres eran inferiores por el hecho de serlo.

E idearon unas normas de convivencia en que todo giraba alrededor de la creencia de que lo diferente no tenía cabida en ningún mundo.

La REVOLUCIÓN era inevitable, ese mundo no se podía sostener. Han sido siglos de lucha, precisamente eso conmemoramos este día de una manera tan especial para no olvidar cuánto nos costó llegar hasta aquí y lo importante de lo conseguido.

Tengo constantemente la sensación de estar protegida por unos HILOS INVISIBLES.

– ¿ Qué haces, Binti …? Se me hace raro no verte dando saltos, cantando, celebrando…

– ¿ Por qué lloras, Binti…? Dime algo

– Perdona he tenido un “deja vu”, no te preocupes, lloro de felicidad…

Por si no os lo había dicho mi nombre es Binti, vivo en el planeta tierra, hoy es 22 de junio de 2466.

Un día que celebramos año tras año todas las personas de este planeta desde que en el 2222, tras años de revolución desaprendiendo lo aprendido, nuestras ancestras construyeron un mundo donde vivir en igualdad con independencia de nuestro género, raza o religión.

UN AÑO EN EL CARME CHACON Relato ganador 2019

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