En diciembre de 2007 la Asamblea General de la ONU estableció el Día Internacional de las Mujeres Rurales (celebrado por primera vez el 15 de octubre de 2008). A partir de esa primera vez, cada año se celebra con el objetivo de reconocer el papel decisivo de las mujeres que viven en zonas rurales en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Se reconoce “la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural”. Por tanto, se insta a los Estados miembros de la ONU, en colaboración con las organizaciones de Naciones Unidas y la sociedad civil, a implementar medidas que puedan mejorar la vida de estas mujeres.

Casi tres lustros de reconocimiento internacional del papel de las mujeres rurales en el desarrollo de nuestras sociedades. Catorce años celebrando, cada 15 de octubre, el poder de las féminas y la necesidad de tenerlas en cuenta. Década y media incluyendo en las agendas políticas a las mujeres rurales como elementos clave para la sostenibilidad del mundo tanto a nivel demográfico, social, económico, medioambiental etc. Un marco legislativo y programático amplio con extensas declaraciones de intenciones.

Pero solo desde una firme determinación, luchando contra el androcentrismo y el patriarcado, desde la perspectiva de género y las reivindicaciones feministas, podremos visibilizar a las mujeres rurales, ponerlas en valor y fijarnos en sus vulnerabilidades.

En contextos más tradicionales como son los ámbitos rurales, las desigualdades se mantienen con mayor fuerza

Seremos capaces, también, de entender cómo en cada sociedad y cultura nos construimos como hombres y como mujeres y cómo en procesos totalmente diferenciados para unos y para otras, emergen las desigualdades de género. Estas desigualdades, en contextos más tradicionales como son los ámbitos rurales, se mantienen con mayor fuerza y pueden operar en detrimento de la vida, el bienestar y los proyectos vitales de las mujeres, de todas las edades y de cualquier lugar del mundo.

Ahora toca, sin dilaciones, apostar fuerte por estas mujeres que viven en ámbitos rurales, dándoles voz y facilitando su posicionamiento en los órganos de decisión. Es importante que no se les colonice, que no se piense ni se decida por ellas. Es fundamental hacer trabajo de campo, recogiendo en terreno sus necesidades, deseos, inquietudes y problemáticas. Es urgente visibilizar y actuar frente a todo aquello que las violenta y constriñe. Es lo justo y una cuestión de derechos humanos fundamentales.

Soledad Muñoz Oliver

Trabajadora social y antropóloga, delegación de Trabe en Castilla-La Mancha