El 30 de julio se celebra el Día Mundial Contra la Trata de Seres Humanos. Aunque no es una realidad novedosa, no fue hasta 2013 cuando la Asamblea General de Naciones Unidas decretó la conmemoración de este día, con la clara intención de concienciar a las personas, pero también, y, sin lugar a duda, a los gobiernos, cuyo objetivo fundamental debe ser incluir en su agenda de políticas públicas los recursos necesarios para paliar y/o eliminar el fenómeno.
Con este marco, y en el contexto de conmemoración de este 30 de julio, me lanzo a escribir como parte del equipo del Centro Concepción Arenal, sobre cuál es nuestra labor a diario, cuáles son nuestros objetivos últimos y qué dificultades nos encontramos en nuestra rutina de trabajo.
Desde el Concepción Arenal trabajamos con mujeres victimas de trata con fines de explotación sexual. Aunque no haya un perfil concreto de mujer víctima, sí hay algunos factores coincidentes y transversales a la mayoría de las mujeres con las que trabajamos; el denominador común es SER MUJER, concepto en la actualidad con un alto grado de popularidad, pero ése es otro debate. Y alrededor de este denominador común se suman otras variables como pueden ser: países de origen, factores económicos de vulnerabilidad, educacionales, culturales…
La acción local, desde un recurso municipal, es una pieza clave en el camino para erradicar la trata con fines de explotación sexual
¿Qué clase de incidencia puede hacer un recurso municipal de atención integral en un fenómeno entendido como globalizado, que tiene una clara repercusión en el crecimiento de las economías de los países de las mujeres exportadas como mercancía para ser explotadas sexualmente y una consolidada demanda en los países de destino de dichas mujeres?
La ambición de las profesionales implicadas en el trabajo con supervivientes es la de erradicar la explotación sexual de mujeres como una de las finalidades de la trata de seres humanos, no sólo por ser una flagrante merma en los derechos humanos de las víctimas, sino también porque 2 de cada 3 víctimas de trata son mujeres; esta cifra aumenta cuando se refiere a explotación sexual. El último informe global de la UNODC del año 2018 afirma que el 94% de las víctimas de trata con fines de explotación sexual en todo el mundo son mujeres y niñas.
Ése es el objetivo que perseguimos; el que alcanzamos día a día es el de acompañar en el proceso de recuperación de sus vidas arrebatadas por las múltiples violencias vividas por estas mujeres.
Acompañamos alrededor de 1.000 mujeres cada año que fueron explotadas, que son explotadas en la actualidad o que consiguieron dejar de estarlo y que, por la propia vulnerabilidad que sufren, vuelven a ser explotadas nuevamente. Las acompañamos en su toma de decisiones, en sus angustias y frustraciones, en sus procedimientos administrativos y burocráticos y, como centro de intervención integral, como equipo multi e interdisciplinar vivimos como una buena noticia de la semana: la información de regularización administrativa de Joy*, la obtención de un empleo de Karina*, la sentencia condenatoria de la red de tratantes que captó a Gloria* o el aprendizaje fluido del castellano de Blesing*.
Ésos son sus logros, compartidos con nosotras.
No quisiera generalizar pero, la principal dificultad que nos encontramos, es la ausencia de mirada por parte de los equipos profesionales de otros recursos de la mujer como víctima de trata.
Si yo hablo del fenómeno de la trata de seres humanos, nadie, absolutamente nadie, estará a favor de que dicha situación se siga produciendo en nuestra sociedad, ¡qué barbaridad! Pero cuando tengo a una mujer delante de mi mostrador, que tiene dificultades de comprensión y expresión en mi idioma, cuyo color de piel no es igual al mío, que no tiene reconocida una situación administrativa regular, la percepción que voy a tener de esa mujer no es necesariamente la de una mujer que fue captada, trasladada y acogida por una red criminal organizada a nivel internacional para explotarla sexualmente. Es alguien que no cumple los requisitos para acceder a tal o cual servicio, a tal o cual prestación.
Insisto en que no es la generalidad, pero cuando se presenta una situación como la descrita en el párrafo anterior, es un fracaso como sociedad, como recursos públicos al servicio de las personas y como profesionales que estamos trabajando para personas en excepcionales situaciones de vulnerabilidad.
La implicación y la sensibilización deben de ser principios básicos de la intervención social
Insisto de nuevo en que no es la generalidad, pero sí es habitual encontrar que los/as profesionales implicados y con una sensibilización en el cuidado y trabajo con “nuestras” mujeres, lo son por su implicación y sensibilización personal, cuando no debería ni siquiera plantearse esta disyuntiva, sino que debería ser un principio básico de la intervención con cualquier persona que se encuentre en una situación donde le han arrebatado los derechos esenciales y fundamentales, como son la libertad y la dignidad.
Hasta que la marca en el calendario del día 30 de julio como Día Mundial Contra la Trata de Seres Humanos no sea necesaria, nosotras, como equipo profesional del Concepción Arenal, seguiremos contribuyendo a que mujeres que se han visto atravesadas por una situación de trata con fines de explotación sexual puedan resignificar sus historias de vida y caminen con paso firme hacía otra vida posible.
(*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de sus verdaderas protagonistas)